siempre será el cobijo del humano,
aunque él no ve más allá de su propio ombligo.

que permites todas las barbaries
que se le ocurren
y te revelas en contadas ocasiones
cuando ya es inevitable para poder sobrevivir
y es entonces cuando esa pequeña vida humana
ve que no es el centro del universo
sino que es el último en la escala,
siendo el más horrendo despojo
que puede causar tanto dolor a su propia madre
y a si mismo,
lamentándose siempre a destiempo
y pidiendo disculpas cuando no tiene solución.
Madre,
suelta tu lanza en tus noches oscuras
partiendo el techo en mil pedazos,
limpia las costas con tu escoba para barrer toda suciedad depositada en tus orillas,
aspira, riégalo todo a tu antojo, haznos vibrar como solo tú sabes

Por siempre estarás viva,
tu interior siempre latiendo,
vomitando como hace miles de años sobre Pompeya
pero sobre todo, recuerdanos lo pequeños que somos.