Lunes, día 1, comienzan las clases, se acabaron las vacaciones, familia lejos, vuelta a la rutina, mi cumpleaños...
Los primeros de mes siempre me han parecido una nueva oportunidad acompañada de un estúpido e ilusorio impulso por aquello de agarrarse a una fecha.
Lo mismito, lo mismito que eso de los lunes; que si empiezo la dieta y cuando llega el jueves ya me la he saltado, que si me arranco a empezar con el deporte, o a leer algo que no me interesa en absoluto, o a estudiar idiomas, etcétera, etcétera y más etcétera.
Si ya da la casualidad de que es lunes y primero de mes ya no te digo nada, doble intención que me coge con respiración profunda y ganas elevadas al cuadrado.
Como además empieza el curro ha sido llamado por mi querida amiga Estela como super lunes y si tenemos en cuenta de que además es mi cumpleaños, hay que añadir un suplemento, un cambio de número en las velas que irán encima de la tarta y que tan tontamente también parecen condicionar el futuro.
Total, que nos ponemos en super, super lunes o si se quiere, por aquello de que seáis de ciencias y no de letras, en lunes al cubo.
Creo que desde que cumplí los 30 -y perdón por ponerlo en número y no en letra como es lo correcto, pero es que así como que resalta más más la enfatización- cada año que cumplo es un poco depresión; todo el mundo mayor te dice que ojalá los pillaran ellos, que soy una chiquilla o que estoy en la flor de la vida.
Los más jóvenes que yo me dicen que no los aparento, que no es para tanto y preciosidades así que agradezco, pero, ¡leche! si tú tienes 20 años y aún puedes salir viernes y sábado y hasta empalmar el lunes sin dormir, no sabes nada de la siguiente década.
El caso es que estaba pensando en los cambios; a veces agradezco la continuidad y la rutina, la monotonía que tan bien conoces y que te aporta cierto bienestar y tranquilidad en la vida.
No soy, en principio, una persona que lleve bien lo de andarse mareando tanto, cambiar así porque sí, hoy aquí y mañana allí nunca ha sido para mí porque me inquieta, me atormenta y me perturba como dice quien todos sabemos.
Sin embargo confieso que otras veces el ver, hacer y sentir lo mismo durante el tiempo suficiente, me agobia, me cansa, me desespera y me urge la necesidad de otra cosa de manera inmediata.
Quizá soy una persona un poco rara, o podrían decir que soy complicada, que le doy demasiadas vueltas a las cosas, que soy exagerada o incluso que tiendo al drama... quizá.
Lo que sí es cierto es que soy muy metódica y me gusta mucho la liturgia (estoy pensando que he nacido varios siglos después de lo que debería y en el cuerpo incorrecto como para ser la letrada que me gustaría) y el hecho de que esté lloviendo ahora mismo promete para elevar a cuatro mi potencia del día.
La lluvia siempre es señal de que limpia algo, la calle, los coches... y que hidrata la tierra y la vegetación.
Vamos a aplicárnoslo; por esa regla de tres, voy a tomarme el agua de la lluvia de manera que va a limpiar, después a hidratar y que así florezca al final. Todo ventajas.
Así que voy a tomarme por una vez en serio todas las señales y a ver si el universo me está dando el impulso para que empiecen los cambios.
¿Estáis tan locos como yo y os apetece contarlo aquí? ¿También vuestro cumpleaños? Pues felicidades. ¿Creeis que toda esta reflexión extraña es porque se juntan todas esas circunstancias o porque estoy más cerca de los 40 que de los 30? En fin, sea lo que sea, me encantará leer vuestros comentarios. Abrazo para todos.
Muchísimas felicidades, disfruta mucho de tu día y a por el superlunes....
ResponderEliminarMuchas gracias amigo, un abrazo
EliminarChica, yo creo que estoy en la flor de la vida. Tengo 35 y me siento mucho mejor que cuando tenía 20, y eso que siempre he sido espabilada (a veces hasta de más...).
ResponderEliminarA ti te pasa los lunes lo que a mí con los viernes. Esa furia de "por fin me desato". Yo, que trabajo los sábados, no salgo con esa euforia de viernes del resto porque no tengo con quién compartirla, y en cambio, los lunes, que no entro hasta las 4 de la tarde a trabajar, no doy la matraca a nadie. Yo disfruto de cada día, y cada día saco una hora o dos de tiempo para mí. Madrugo mucho para tener ese tiempo y de esa manera cada día es guay. Hay que trabajar, sí, pero ya he tenido mi desfogue.
Besos.
Últimamente yo no me siento nada en la flor de la vida, más bien siento que se me escapan los años, que no hago lo que me gustaría y quizá no gestiono bien mi tiempo porque llevo una temporada en la que casi no me da tiempo de hacer nada.
EliminarConfío en mi capacidad para dar la vuelta a la tortilla, un abrazo
Felicidades :)
ResponderEliminarMuchas gracias por la felicitación, por pasarte por el blog a leer y a comentar, un abrazo y hasta pronto
Eliminar