lunes, 3 de julio de 2017

Una mirada

Eras un gruñón, aunque mejor dicho tenías un carácter difícil, pero era parte de tu encanto, quizás por eso te hacías querer tanto.

Llegaste justo antes de una etapa crucial en la vida de una adolescente, que ya de por si era complicada la transformación de gusano a mariposa, pero supiste estar a la altura como en cada momento que has vivido a mi lado.

Me conquistaste el corazón con esas miradas matutinas al despertar, nada mejor que quitar las lágrimas con un lametazo, o esos inviernos que hací frío y me tenía que recluir en las cuatro esquinas, tú siempre ahí aguardando que no me pasara nada.

Nunca dejaste de sorprenderme, cuantas veces iba a hacerte un cariño y tu forma de dármelo era con un bocadito en la nariz o donde pillara y por mas veces que lo hicieras eras un amor.

Tan exquisito que solo querías la comida más barata que encontraba en el mercado, eso sí, donde se pusiera una chuleta que se quitara lo demás aunque no le hacías ascos a tu ración diaria, nocturna de salchichas con un poquillo de arroz los miércoles a mediodía, o un acompañamiento de alguna cosa con puré de patatas.

Y a la hora de dormir siempre con el que llegaba más tarde a casa, en la cama grande, con el que te ibas a darte tu vueltas largas los miércoles o las vacaciones, que bien lo pasabais los dos.

Pero a todos nos llegan los años duros en los que no nos acompaña el cuerpo y aún así seguías al pie de cañón vigilando desde tus 30 cm de altura lo que ocurría, ibas, le dabas tu vueltecita rutinaria y volvías a tu sitio de costumbre.
Hasta que llego el día que se tuvo que marchar sin ti, ya no tenías que hacer guardia para ver que todo seguía en orden, pasaste a observarlo desde otro plano, ladrándole cuando por primera vez nos visitó a la semana de su partida.
Pero a raíz de su marcha empezaste a marchitarte tú por su ausencia y poco a poco fuiste apagándote, curiosamente empezaste a padecer de las mismas lesiones que tenía tu dueño hasta que un día después de estar recuperado gracias al suero, tuvimos que verte partir por no dejarte sufriendo, fue la decisión más difícil que tomé jamás porque no pude estar acompañándote hasta el final y no creas amigo que fue por gusto porque aún hoy me despido todos los días de ti.

Sé que ya en el otro plano estás bien cuidado y contento, estás con tu alma, y que nos visitas de vez en cuando porque el pequeñín que no te dejaba y que lloró por tu ausencia te sigue moviendo el rabito y acercándote el juguete.
Por siempre Miky.